Ágata Dzi

Ágata dzi, hace ya 4000 años en Tibet y Nepal se plasmaba y difundía una de las más antiguas religiones, la bon o bon-po, de la cual después se desarrolló lo que fue uno de los más importantes y profesados culto, el budismo. Estrictamente afín a la tradición budista, tibetana en particular, es un pequeño objeto de gran fuerza simbólica y extraordinario prestigio: el dzio gzi llamado zii – brillante, luz, esplendor – está realizado con un fragmento de ágata que suele ser en forma cilíndrica o alargada, a veces en medialuna. Lo que lo distingue de un simple trozo de piedra, y característica peculiar del dzi, es el color, más aun las vetas y los dibujos que se pueden leer sobre su superficie; en general blanco y negro o marrón y blanco, el dzi tiene en el exterior una serie de motivos, naturales en los elementos auténticos y antiguos, como creados por los artesanos que los realiza, y que pueden ser circulares, ovalados, cuadrados, en olas y rayas como en típica costumbre tibetana. Pertenecen a esta extraordinaria cultura, por eso los dzi están presentes todavía en toda el área del Himalaya, desde Bhutan hasta Ladakh, y hasta otra región india, Sikkin, pero también en Pakistán y Afganistán, y en la China budista, donde a este termino viene asociado al significado de piedra del paraíso, perla del cielo.
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Llevado por hombres y mujeres y engarzados en joyas tradicionales, se utilizaban también como adorno para estatuas y para altares en el interior de los templos, en relación al hecho de que no se creía terrenal el origen de estas piedras sino divino, y por eso fueran prerrogativa de los dioses; a estas perlas se les atribuyen dotes de bienestar espiritual y de defensa antes cualquier dificultad, capaces de desarrollar un equilibrio positivo.
Prácticamente desconocidos fuera de esta área, los dzi se hicieron famosos en occidente cuando los monjes, fugados de su propia patria por culpa de la invasión china y exiliados sin ningún bien, los usaron como moneda de cambio, privándose ellos mismo de este gran tesoro para poder hacer frente a sus necesidades de sustento.
Cada dzi es único, porque a cada uno se le atribuye un valor distinto y un significado intrínseco especial, ligado a su simbología: la creencia más difundida sostenía que quien lo tuviera sería dueño de una gran cantidad de beneficios, como protección, prosperidad, bienestar, fortuna…
Considerada la misma piedra portadora de energía positiva, es por eso fácil pensar que si viene combinada con motivos decorativos profilácticos, vería con seguridad aumentadas sus características especiales, haciéndola todavía más poderosa.

Y es por eso que los dzi que ya por naturaleza presentan cenefas muy demandadas tengan una calidad enorme: para entrar en esta tipología, el dibujo tiene que ser muy bien trazado y claro, con formas regulares y proporcionadas, el color intenso y su aspecto brillante y sin imperfecciones.
El ágata es un material con una estructura variada, así que las estrías y vetas de distinto tipo son totalmente habituales, y pueden crear formas distintas.
Como se decía anteriormente, los más buscados eran los dzi con ojos, o sea con unas formas circulares, llegando hasta nueve, y que eran desde luego sin ninguna duda, los más amados, bienvenidos y admirados.
Según el numero de ojos, cambiaba su poder protector: con uno, se le relacionaba con el sol y expresaba la fuerza interior, con dos, representaba equilibrio y sabiduría, con tres, reflexión y fantasía, apoyo y soporte para todos los que realizaban transacciones comerciales de distinto genero.
Cada dibujo tenía su significado y por eso su uso estaba ligado a eso mismo, en el sentido que cada pieza de piedra tenía su función y propósito, y por consiguiente venía utilizada por la persona a la cual se destinaba.
Por eso el valor y el precio de estas pequeñas piedras podía ser, y todavía hoy es, muy elevado, como una joya valiosa, también por la edad de la perla.
De la misma forma, también los dzi realizados de forma artesanal en el pasado son muy buscados, porque se remontan hace miles de años.

Parece que su origen se puede encontrar, vista su similitud, a las perlas cornalinas grabadas que se usaban para intercambio entre muchos países de Asia, como Mesopotamia, Afganistán, y en la zona del valle del Indo, desde el tercer milenio antes de Cristo; la producción por parte de los artesanos hindú e iraníes siguió hasta después del año mil después de Cristo, utilizando métodos usados desde siempre en India, Pakistán y Turkmenistán.
No obstante los eruditos han intentado catalogar y dividir los distintos tipos de dzi, separandolos por dimensiones y variación de tallado, aunque todavía no se conoce la exacta datación de su origen.
Esta escasez de noticias se debe también al hecho que en el Tibet, sea por las creencias religiosas que impidieron llevar a cabo excavaciones arqueológicas, sea por la tradición de no enterrar a los muertos, no se pueden efectuar búsquedas científicas comprobadas y por consiguiente fiables.
De todas formas, antiguas leyendas cuentan la presencia de estas perlas en el tibet después, como ya explicado, de la religión pre budista bon, en el interior de la cual con mucha probabilidad tenían un significado sagrado difundido luego a lo largo de toda esta región montañosa.
Se cuenta que los campesinos y los pastores recogían los dzi de la tierra, encontrados mientras cultivaban los campos y en los prados cuando llevaban sus rebaños a pastar; esto llevó a creer que su origen y procedencia fueran misteriosas y no terrenal, considerando imposible su fabricación humana.
Y por eso el gran numero de historias y cuentos míticos que nacieron alrededor de estas pequeñas perlas, que como ningún otro objeto provocaron discusiones y debates todavía hoy sin conclusión.
Era muy raro encontrarlas integras y completas, por eso la gente pensó que eran objetos divinos, ya que las encontradas estaban siempre en mal estado: el cuento tradicional dice que eran las piedras impuras que los dioses descartaban y tiraban a la tierra. En la medicina tradicional del Tibet, los dzi se desmenuzaban y se utilizaban para preparar remedios y medicamentos como ungüentos, y también se diluyan para hacer bebidas curativas.
Requisito importante para poder gozar con el dzi era donarlo o también encontrarlo: esta perla mágica no se podía comprar y mucho menos robar o intercambiar, so pena de perder todas sus virtudes.
Los dzi tienen desde siempre una importancia y una consideración tan alta que son uno de los Siete Tesoros del budismo tibetano, el asmagarbha, o tesoro de la sabiduría.
En el pasado, los dibujos de estas piedras valiosas se realizaban de forma artificial: se ponía la piedra cubierta con azúcar y después se calentaba en cuanto se sacase, así el azúcar se caramelizaba haciendo que la piedra tomara un color oscuro; hoy día, en el mercado se encuentran materiales de todo tipo, que se venden como originales pero que obviamente no lo son.
De plástico, vidrio, distintas resinas, hueso, etc. a menudo están producidos gracias al láser y pintados con esmaltes y pinturas que penetran en el material de lo que están hechos y tomando los dibujos típicos; el coste es lógicamente muy distinto al que tenían los dzi auténticos, aunque no sea difícil caer antes imitaciones sensacionales vendidas como verdaderas y con precios muy altos.
Se pueden encontrar en el mercado dzi de fabricación reciente realizados con ágata verdadera, producidos en el Tibet o en Nepal, India, Birmania y Tailandia; estas nuevas perlas tienen un aspecto y una estructura muy decorosos, están hecho muy bien pero la diferencia con un dzi autentico es definitivamente evidente.

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